11 de julio de 2010. Aquel día supe que la inmensísima capitalota bogotana me sorprendería en más de una ocasión. "Me venda unos minutos, por favor". Entonces, miré para atrás y le vi. Un hombre en mitad de la calle, ataviado con un chaleco reflectante del que salían unos cuantos cables. Cables, a su vez, enganchados a otros tantos celulares (teléfonos móviles). Como él, los hay por miles. El rebusque, no más.
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