domingo, 27 de febrero de 2011

tic tac

11/07/2010. Mañana madrugo porque vienen a por mí a las 7.00 horas de la mañana. Sonia Luz, de Unisangil, se acerca hasta la capital con su marido y su pequeño para montarme en el también suyo "carro" rumbo a San Gil, capital turística de la región de Santander. Me va a costar dormir hoy. Tengo ganas de seguir viviendo todo esto...porque es dulce, tanto como el escaparate éste que vi hoy por el casco histórico de Bogotá.

sabores bogotanos

En la primera imagen, Iván y Mónica (de Colombia Multicolor), compartiendo con nosotros un plato tradicional bogotano: El Ajiaco, reconocimiento gastronómico de Bogotá. Ha de contener, obligatoriamente, las tres clases de papa (patata) que se dan por aquí. Papa criolla, papa sabanera (de la zona colombiana de Boyacá) y papa pastusa (de la Región de Nariño, también en Colombia). Añadiremos una pieza de pollo y sopa de base. Dicen que "sin guasca no hay ajiaco" La guasca es una hojita que vale como condimento para darle al potaje cierto sabor ahumado. Al gusto y al servirlo, le pondremos crema de leche, alcaparras y una mazorca de maíz tierno previamente cocinado junto al resto del potaje. Ha de ser un maíz "biche", o "choclo" (el que se fue antes del campo, con grano blandito pero ya formado). En plato a parte para el acompañamiento, arroz blanco y aguacate.


Otro día, también por la capital, Gladytas y Vanto nos invitaron a un "deli" almuerzo (comida, para nosotros). Aquí va el menú recomendado por el que opté. Lomo "al trapo" y "Calentado"...casi nada.
Lomo al trapo: porción de lomo de cerdo envuelto en un trapo de lino. La pelotita que se nos queda de la operación se lanza a cocinar sobre ascuas de leña. En esta ocasión, lo acompañamos con una ensalada a varios colores, con aguacate, lechuga verde y morada. Al ladito, una mezcla de papa con queso y varias salsas.

Calentado: Es un término que engloba y familiariza a casi todas las culturas colombianas. Son los excedentes de la comida del día anterior, con huevo batido y cocinado en sartén. Entonces, hay calentados de muchas cosas. Son revueltos de las sobras. Una buena forma de no tirar comida a la basura, en estos tiempos donde, por desgracia, el mundo sigue asociado a problemas de hambre y desnutrición.
Como me descuide vuelvo redonda...

demos por inaugurada la casita

Para la celebración: casita nueva, amigos invitados y empanadas. Ahí vemos a la anfitriona horas antes de la fiesta ultimando detalles...felíz de la vida.

a la orden

...en medio de la carretera y con una sonrisa para usted. Venta ambulante en las principales vías de Bogotá, Colombia.

qué bien te portaste, carrito

Algo así debieron de pensar Gladys e Iván cuando dejaron al viejo carrito en el concesionario, allá por julio de 2010. Suerte tuvimos de conocerle...aunque le costara subir la cuesta de la casa. Pequeño homenaje a la vida del viejito.

me venda unos minutos, por favor

11 de julio de 2010. Aquel día supe que la inmensísima capitalota bogotana me sorprendería en más de una ocasión. "Me venda unos minutos, por favor". Entonces, miré para atrás y le vi. Un hombre en mitad de la calle, ataviado con un chaleco reflectante del que salían unos cuantos cables. Cables, a su vez, enganchados a otros tantos celulares (teléfonos móviles). Como él, los hay por miles. El rebusque, no más.

jueves, 17 de febrero de 2011

sabores

Las frutas son exóticas, multicolores y son muchas. Les presento a la granadilla, la primera desconocida a la que degusté. Fruta dulce, amarillenta y rellena de pepitas que NO se mastican. Lo sé por el primer mordisco que le metí a una. Semillitas recubiertas de una capa viscosa, gelatinosa, grisácea y medio transparente. La superficie interior de la cáscara está llena de unos palitos que parecen algas regordetas. Se abre haciéndole un agujerito en la superficie a modo de cáscara que tiene. Por ahí hay que absorber el contenido. Yo empecé con cuchara, ahora, a la colombiana. El fruto es una baya globosa, de cinco a ocho centímetros y de la familia de las pasifloras. Requetearomática y amañana la granadilla.

gordita

 
Creo que la conocí un diez de julio bogotano. Tan linda, tan mirona mi gordita. No sé por qué salí de su casa pensando en ella, solo sé que me gustó. El museo Botero la guardaba en un recoveco de la planta superior. Miré a la izquierda y la vi. Quizás porque me estaba mirando. Parecía que quería decirme algo, quien sabe si una bienvenida. No me fui de Colombia sin haber encontrado una réplica de ella en miniatura. Demasiados kilos en la maleta para llevarla conmigo…pero que lindo verla…tan linda, tan mirona mi gordita.

miércoles, 16 de febrero de 2011

Llegamos a Bogotá

Bogotá, 9 de julio 2010, 07.34 a.m
En ese preciso instante me disponía a enviar un puñado de palabras tranquilizadoras, vía e-mail, a la familia y amigos que habían quedado al otro lado del océano atlántico. A nuestra llegada, la noche anterior, no fue posible conectar los portátiles a la red de los Charrera, nombre de pila de la familia Chahín-Herrera. Intrusos esos recién llegados computadores. Gladys e Iván pasaban a ser desde ese momento la ‘ma’ y el ‘pa’ bogotanos, el calor más próximo en una tierra que acaba de alojarnos. Imanol y yo llegamos al aeropuerto del Dorado antes de lo previsto, aun habiendo salido de Barajas con tres cuartos de hora retrasados. Cuando pisé el suelo de la capital colombiana creí, por un instante, haber vuelto a Bilbao (y lo creería algunos instantes más durante mi estadía). Estaba lloviendo y la temperatura rondaba los quince grados centígrados. Para sus habitantes era un clima frío, por eso llaman “la nevera” a Bogotá. Los Charrera nos esperaban sonrientes, encantados de tenernos por allí. Cuando nos encontramos habían pasado las seis de la noche. A esa hora el tráfico emprende a diario su peculiar revolución. No nos quedó otra que esperar a que pasara ese paréntesis de atascos (“trancones”). Y me alegro, porque pasamos el tiempo tomando café, no podía ser de otra forma. Acabábamos de llegar al país cafetero por excelencia y yo, medio adicta al “tinto” (café solo), lo sabía bien. De todos modos, cuando me invitaron a tomarlo, me imaginé una copita de vino. Por suerte la palabra no comparte el mismo significado al que nosotros estábamos acostumbrados. Tardamos cuarenta minutos de adrenalina automovilística en llegar a casa de los Charrera. No tardé mucho en poner cara de circunstancia cuando me tocó ser testigo del caos que prima en la circulación de la capital. Prioridad para motos, carros y perros. Tú como peatón ya te las arreglarás para no accidentarte. Y adelantar, más aún si vas en moto, da igual hacerlo por la derecha que por la izquierda. Eso sí, controlan que no veas. Ya en el hogar, dulce hogar, supe que ocuparía el cuarto de Dana, el tesoro de los Charrera que ahora vive en Alemania. Imanol se instaló en la misma planta, en la habitación de enfrente. Desde aquella llegada nos dieron libertad total para transitar por la casa como cualquiera de ellos. Nos habíamos puesto en manos de dos personas preocupadas (muy preocupadas) en hacer de nuestra estancia algo agradable. Esa noche celebramos nuestra bienvenida con vino chileno “Gato Negro” y una conversación a cuatro en el acogedor saloncito de la planta baja. Los días por Bogotá nos aclimataron con gusto al país.  Empezamos conociendo “la calle mágica” (en vocabulario Charrera) del barrio de Suba, calle recta de recreo comercial donde encontrar cualquier cosa que una esté buscando. Lo mismo daba un teléfono móvil que un botón.
Paseamos de noche por los alrededores de la Plaza Bolívar, guiados por las explicaciones de Popeye, un legendario mentor callejero, el que mejor conoce (y no guarda) los secretos del lugar y las historias de quienes lo habitaron. Tomamos café, más café (bendito paraíso), vimos de cerca a los gorditos de Botero y nos gozamos la vida con tantas ganas que no puedo evitar sentir ganas locas de volver.  Una de aquellas primeras mañanas, Imanol y “mi persona”, como escuché decir por acá, presentamos nuestros proyectos de acción radial en la sede “Colombia Multicolor”. Allí nos encontramos con la sonrisa de Mónica Valdés, otro miembro activo del combo de éste nuestro intercambio. Ya estábamos en Colombia, poniéndole cara a Bogotá…y qué lindo aterrizaje.